lunes, 4 de septiembre de 2023

extraña soledad 4

 Mis días viviendo con mi tia pasaban dentro de una nube de olores, arrumacos, regalos y un cansancio exquisito… aun recuerdo tantas cosas… aún recuerdo…


 

Estaba llegando del colegio, en ese tiempo iba en el horario de mañana. Por lo general, mi tía o mi abuela me despertaban, luego me vestía y bajaba a tomar desayuno en el comedor, desayunábamos todos juntos. Mis abuelos conversaban acerca de las cosas que tenían que hacer durante el día, mi tía me preguntaba si llevaba todo lo necesario para el colegio y cosas así. La rutina era la misma que la de cualquier escolar, clases aburridas, recreos entretenidos y sueños lúcidos de mi tía… sueños que a veces no me permitían concentrarme en lo más mínimo.


 

a la salida, por lo general, no conversaba mucho. prefería volver rápido a casa, aunque a veces jugaba con algunos amigos al football o iba a las máquinas de juegos… aunque en realidad esas cosas no las hacía con mucha frecuencia.


 

Recuerdo que un día de semana, al llegar, la casa estaba cerrada, llamé a la puerta pero nadie salía. Aunque yo era pequeño, siempre me dejaban las llaves con una vecina, para casos como este. fui donde la señora, le conté mi dilema y me dijo «que raro, solo vi salir a tus abuelos, pensé que tu tía estaba en la casa»… típica vieja sin vida que se dedicaba a espiar a sus vecinos… poco me importaba, porque yo solo quería sacarme el uniforme y comer un poco, además que por lo general me daban mucha tarea y mis abuelos eran especialmente estrictos con esos temas.


 

Al entrar, la casa estaba silenciosa… Había un poco de humo y un olor raro en el ambiente, dije un pequeño «alo» para ver si venía alguien, pero no recibí respuesta. deje la mochila en el sillón y asumí que no había nadie, asi que fui a la cocina y cuando llegue, mi tia estaba entrando pero por la puerta que daba al patio. No venía sola, venía con ella una amiga con la que a veces se juntaba, ambas venían riendo y tenían los ojos muy rojos. Al verme se sorprendió y una sonrisa gigante se dibujó en su cara, me abrazo fuerte y me beso y me dijo:


 

– Chiquitito, pensaba que te ibas a demorar más


– Salí a la misma hora – le dije


– ok, tienes hambre?, con mi amiga vamos a comer


– si, mucha – le respondí


 

Empezaron a cocinar unos fideos, yo me cambié la ropa, me puse a ver tele, ellas reían mientras cocinaban y cuando estuvo listo, nos sentamos y almorzamos. Luego de eso, fueron de nuevo al patio a fumar un par de cigarrillos y luego su amiga se fue. Yo aun seguía en la sala, mirando tele, cuando se fue su amiga, cerró con llave la puerta de entrada y se sentó a mi lado…


 

– te extrañaba – dijo con voz cálida


– solo fui al colegio – le dije riendo


– si se, pero quiero tenerte para mi siempre –


 

Frases como esa, la forma en que las decía, me hacían estremecer la piel…


 

Comenzó a acariciarme el pelo mientras me miraba a los ojos, me daba la impresión que pensaba en algo o que estaba perdida en algún discurso interno, sus dedos dibujaban los contornos de mi cara, pasaban por mi nariz, mis ojos, mis labios… cada centímetro por el que pasaban sus morenos y finos dedos, dejaba una marca cálida en mi mente, una marca que aun no se donde esta, pero se que esta ahi…


 

De repente, su boca esbozó una sonrisa picarona, sus manos rápidamente se fueron por debajo de mis brazos y comenzó a hacerme cosquillas, las risotadas de ambos llenaron la sala. Cuando el impulso se detuvo, suspiramos y nos miramos a los ojos, ella me dijo «quiere lechecita mi bebe?», yo asenti con la cabeza y una de sus manos suavemente se deslizó por debajo de su polera y dejó al descubierto uno de sus pechos caoba… redondos, suaves, con una gran aureola y un pezón grueso. Con su otra mano me tomó de la nuca y la acercó a su cuerpo… sentía como lentamente mis labios iban abrazando cada pequeño pliegue de ese pezón que palpitaba con calentura. Lo chupaba completo, tratando de cubrir todo ese pezón enorme con mis labios y en cada succión lo dejaba un poco libre, para volver a acariciarlo por completo una y otra vez… tal como ella quería… como si estuviera tomando leche.


 

escuchaba sus gemidos sin vergüenza resonar en la sala, estábamos solos, éramos libres. ella me alejó de su pecho un momento y se empezó a acomodar, ya no de lado, si no que estirada en el sillón por completo, me pidió que me sacara la ropa y yo obviamente lo hice, ella solo se saco el pantalon y se estiró dejando su torso en el sillón y sus piernas completamente abiertas y los pies apoyados en una pequeña mesita que estaba en la sala con las rodillas un poco dobladas, mi cuerpo pequeño y sin vello alguno, estaba pegado a su teta redonda, chupandola sin detenerse y mi pequeña verguita se iba inflando a cada succión de sus pechos. Su mano me apretaba contra su teta y su otra mano se apretaba con fuerza la vagina mientras siseaba entre dientes, se apretaba y se sostenía los labios de la vagina, se mordía los labios mientras sus tetas se inflaban más y más de calentura y podía sentir eso de ella… esa fuerza, esa calentura, sentía como la cabecita de mi verga se hinchaba más, como mi boca trataba de chuparle más fuerte, no me importaba si le hacía daño o no… su pasión me volvía loco…


 

De repente se detuvo, me alejo de su cuerpo suavemente, mientras mi boca tenía esa sensación de querer seguir chupando. Se puso frente a mí, me tomó el mentón con su mano y me dió un beso largo en la boca, su lengua acariciaba mis labios, mis dientes y se frotaba con la mía, yo no era un experto, para nada, solo me dejaba llevar por sus movimientos.. me daba pequeños mordiscos en los labios, despacio y muy suave, cuando yo movía la lengua lo suficiente, ella me la chupaba, todo lo que podía… no sé cuánto tiempo duró ese beso… nunca sabía en realidad si con ella pasaban segundos u horas. Era como un hechizo escrito en la carne, recitado en rincones oscuros de algo que no debía de ser….


 

Se alejo de mí, me limpio la boca, se estiró y veía su cuerpo moreno… sus caderas grandes, su vagina con un poco de vello, si cabello negro acariciando sus hombros. Separó un poco las piernas, mordió sus labios y con ambas manos se abrió los labios de su concha rosada, mostrándome su clítoris hinchado y brillante de jugos.


 

-¿Te gusta mi amor? ¿Te gusta?

 


Yo solo asentía con la cabeza, con una pequeña sonrisa inocente. Abrió un poco más sus piernas y se metió un par de dedos, al introducirlos soltó un gemido, se los metió y se los sacó varias veces, yo la miraba a los ojos y veía como estos languidecían con esa paja rica que se estaba dando a centímetros de mi cara. Se sacó los dedos y estaban brillantes y pegajosos, los acerco a mis labios y me ensucio la boca con sus jugos tibios, luego los introdujo suavemente en mi boca. Nuevamente me preguntó si me gustaba, yo le dije «está un poco saladito», ella se rió y yo le seguí con mi risa. «Estírate en el sillón» me dijo… yo nunca le contradecía, en nada, absolutamente en nada, si esa mujer me hubiese pedido en ese momento que me tirará de un puente, lo hubiese hecho… un hechizo, eso era y  no se puede llamar de otra manera.


 

Una vez estirado, me beso la cara, el pecho, las tetillas, el estómago y cuando llegó a mi verga, le dió muchos besitos, desde la base a la punta, me pidió que abriera un poco las piernas, al hacerlo una de sus manos me sujeto las bolitas, las sostenía y las acariciaba al mismo tiempo. Suavemente sus labios rodearon la cabeza de mi verga, solo sus labios apretaban mientras yo cerraba mis ojos sintiendo esa descarga que salía de mis caderas y me recorría el cuerpo entero, doblaba los dedos de mis pies, apretaba un poco mis manos, y mi respiración se agitaba. Sus labios subían y bajaban por mi verga, mojandola  con su saliva y combinándose con los exiguos líquidos que mis testículos podrían producir. Su lengua se iba acomodando a mi forma, envolvía mi verga, pasaba por los bordes de la cabeza, al pasar por la punta trataba de abrir el agujerito de mi verga… yo sentía que se iba a reventar, pero no quería que parará.. nunca


 

Estuvimos un rato así… perdidos en el tiempo, perdidos de mis abuelos y sus reglas, en otro mundo, nuestro mundo…


 

Paro de chuparmela, nuevamente me beso los labios. Al terminar me miró a los ojos mientras me acariciaba el pelo, «te quiero tanto, tanto… no lo puedo controlar, te quiero para mi, siempre» yo no sabía que responderle, solo la miraba y también le acariciaba su pelo. Saco uno de los cojines del sillón, mientras se estiraba en la alfombra, levantó las caderas y se acomodo el cojín debajo de su culo. Una vez acomodada me dijo «venga mi amor, venga» yo me acerque sin decir nada, me tomo las manos para que me estirará encima de ella, ella levantó aún más las piernas, dejando más expuesta su concha que ya estaba mojada por completo. Me tomo de las caderas y fue dirigiendo mi cuerpo hacia ella, cuando mi verga comenzó a rozar su concha, ella me la tomó y la acomodo justo al medio de su vagina, yo por instinto empuje mis caderas hacía adelante… estar dentro de ella, aunque mi verga no fuera muy grande, pero sentir que entraba en esas carnes mojadas, que se mojaba más mientras yo estaba ahí… eso era el cielo… ella me movía a su ritmo, como su juguete vivo, que entraba y salía por su concha, que ella apretaba todo lo que podía para que los roces fueran más ardientes, más fuertes, más mojados… una y otra vez, sin parar. Mi rostro no alcanzaba el de ella, mis manos solo podían apoyarse en sus tetas, que las trataba de apretar fuerte… le encantaba que yo hiciera eso, que le apretara las tetas y los pezones, mientras más fuerte lo hacía, más gemía, nunca me pidió que no usará fuerza, todo lo contrario, me pedía que apretara más. Sus manos no me soltaban las caderas, ella se movía y su concha me apretaba la cabeza de mi verguita, a veces, me empujaba hacia adentro todo lo que podía y una vez adentro, movía el culo y mi verga se movía en su baile, mientras mi pequeñas bolitas le rozaba los labios de la concha y nuestros muslos estaban pegados por una fuerza que no puedo explicar… gemia más fuerte, más rápido, sentía que su concha trataba de frotarse a mi cuerpo como pudiese hacerlo, me apretaba tanto a sí misma que a veces me dolía el cuerpo, pero yo en represalia le apretaba más las tetas y esto más le calentaba, y más se movía, hasta el punto que los jugos de su concha hacían sonidos mientras salían y mojaban nuestras pieles, sentía como esos líquidos calientes bajaban por mis bolitas, y buscaban camino entre mis muslos… más fuerte, más rápido, sus gemidos ya salían sin control, entre frases más y más ardientes «cosita, culeame rico, más fuerte», gemidos que resonaban en los muros, que a veces eran delicados otras veces aguerridos y con furia y mi respiración se agitaba más, no podía pensar nada, no quería pensar en nada más… los líquidos de su concha salían casi sin control, mientras ella gemía casi hasta el punto de gritar y de repente… silencio… Un pequeño momento de muerte… seguido de un largo «aaah» que salía como bocanada ardiente de su boca, mientras su cuerpo tenía espasmos que la hacían tiritar de pies a cabeza, nunca me soltaba, nunca y podía sentir en mi cuerpo sus tiritones locos y sin control mientras ella se dejaba llevar por ese efímero momento infinito que ninguno de los dos quería dejar ir… sus ojos, cansados, vidriosos, sólo expresaban alegría y satisfacción… y nos quedamos ahí un momento.


 

Me alejo suavemente de su cuerpo, yo me puse de pie y ella se sentó en suelo, cruzando sus rodillas, me acaricio y el beso los muslos, y nuevamente me empezó a chupar la verga, yo aún tenía la huella del movimiento y yo mismo entraba y salía de su boca. Me tomo la verguita con los dedos y me empezó a pajear bien rápido, tomando desde la base a la cabeza, apretandola un poco… su otra mano me sujetaba las caderas mientras me decía «dale bebé, déjalo salir, deja que salga bebé»… Rápido, rápido, muy rápido y mi pecho se apretaba, se inflaba, mi respiración dejaba escapar sutiles gemidos mientras algo enorme quería salir, algo que no sé dónde estaba, pero se que me llenaba por completo… más y más, sin descanso, mientras sus ojos se comían mi inocencia… mi cabeza tirita, mis rodillas flaquean, mi boca se abre con una angustia caliente y desesperada y siento un tirón en la verga… algo sale, un chorrito de líquido casi transparente que le ensucia la cara… mientras mi cuerpo se desvanece en su mirada…


 

En esa misma posición, me abrazo… así, tal cual estábamos, sentía su cara en mi vientre, mis manos en su pelo… así por un segundo, u horas, quién sabe.


 

En silencio se pone de pie, yo no sabía qué hacer, estaba en un sueño, ella ordenó un poco todo el desorden que habíamos dejado. Y así, desnudos los dos, me tomó de la mano y me llevó a tomar una ducha tibia con ella… solo nos pusimos bajo el chorro de agua tibia, abraze su vientre y ella me acarició el pelo… sin decir nada.

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